martes, 20 de septiembre de 2011

Verdades como puños: Necesitamos que nos sanen

....Cuando los apóstoles interrogan a Cristo y le preguntan por qué no han podido arrojar esta especie de demonio, él les responde: "Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración". (Mc 9, 28-29).

Y sin embargo tú, lo mismo que yo, tenemos necesidad de curación en nuestro cuerpo, nuestro espíritu y en nuestro corazón. No hablo aquí de curaciones físicas que no conozco suficientemente, y que son frecuentes en las asambleas de oración, en Loudes por ejemplo, pero pienso sobre todo en las curaciones interiores. Si eres un poco sincero contigo mismo, y si no alimentas una cierta mentira en tu entorno, te verás obligado a reconocer que se dan en ti zonas profundas marcadas por la angustia, el miedo y la agresividad... en fin todo eso que constituye hoy la fortuna de los piscólogos. Se dan en ti impulsos que no brotan solamente del dominio de la voluntad y de la lucidez, y contra los cuales no puedes gran cosa. Si el poder de Dios no interviene, no te curarás, pero Jesús es capaz de pronunciar sobre ti una palabra de liberación y de curación: "Di una sola palabra y seré curado" (Mt 8,8).

En cada uno de nosotros existe una zona en la que la curación es más urgente, pues toca a nuestro pasado y a nuestro porvenir: es el terreno de la memoria. No hablo tan sólo de la memoria como facultad de retener hechos penosos o acontecimientos felices que se borran con el tiempo, sino de una cierta memoria ontológica que fluye en la imaginación. En nuestra vida, hay sucesos, encuentros y recuerdos que nos han herido y que han configurado en lo más profundo de nuestro inconsciente, imágenes aparentemente indelebles.

Recógete en silencio interior (y exterior si es posible) y objetiviza esas imágenes bajo la mirada de Jesús y comprenderás lo mucho que han modificado tu afectividad. En los momentos de fatiga y de tentaciones, estas heridas imaginarias surgen y cautivan tanto más los sentidos cuanto más irreales son. Corres entonces el peligro de hundirte en un ciclo infernal en el que realizas actos que no asumes libremente. Sin quererlo de veras, los seres son víctimas de sus impulsos. Toman resoluciones que no pueden mantener, pues son juguete de fuerzas oscuras que no dependen tan sólo de su única buena voluntad.

A nivel de lo imaginario es indispensable una cura, no puedes encontrar la verdadera libertad más que por una nueva disposición de tus imágenes interiores o por una profunda modificación de las mismas. ¿Crees de verdad que esta cura es posible, que la fe es capaz de desplazar estas montañas de imágenes paralizantes y de lanzarlas al mar? (Mc 11, 23). La primera cura que el Señor te propone y que depende de ti (la fe se te da pero tú también colaboras) es el arrancar la higuera de tu incredulidad por medio de la oración: "Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis". Pero primero tienes que venir a Jesús, depositar a sus pies la carga de tu miseria, de tal manera que no te pertenezca más y que no te identifiques más con ella......

Cristo es capaz de leer el secreto de tu corazón y de traspasarte sin piedad, pero al mismo tiempo puede perdonarte sin límites. Su amor es un fuergo devorador que cauteriza tus heridas y las pone al desnudo. San Juan de la Cruz es audaz cuando dice que la llama viva del amor es capaz de curar en ti las heridas cusadas por el pecado y sobre todo de hacer de ellas heridas de amor....

Cuando el Espíritu Santo cura tu memoria, no se trata de un simple borrar tus recuerdos traumatizantes; muy a menudo permanecen en el trasfondo de tu conciencia, pero han sido desactivados de su acarácter agresivo e invasor. Accedes a otras vivencias, pues esos recuerdo no te turban ya. En ese sentido, no adquieres nunca la salud, ni la curación es absolutamente definitiva, pues depende de la intensida y de la duración de tu oración que neutraliza el efecto nocivo de tus recuerdos. Por eso, tienes necesidad de la oración de de la Iglesia del cielo y de la tierra, al comienzo de tu curación y también en el periodo de convalecencia.......El día que hayas sido curado comprenderás que esta gracia no te ha sido dada para ti solo, sino también para tus hermanos. Experimenta entonces el poder de tu curación, y sé testigo de la misericordia de Dios para todos tus hermanos heridos.

Del libro: Cuando oréis decid: PADRE... (Jean Lafrance)